Un objetivo militar demasiado sencillo que puede provocar efectos devastadores en términos humanitarios y medioambientales.
Los largos periodos de sequía que se llevan experimentando en gran parte del planeta, junto con breves periodos de lluvias torrenciales que arrasan donde caen, son los dos escenarios climatológicos más frecuentes en las últimas décadas. Por ello, las presas se erigen como herramienta para garantizar, al menos, la disponibilidad de agua en cantidad suficiente. Sin embargo, estas estructuras hidráulicas de grandes dimensiones tienen asociada una problemática: ¿qué ocurre si colapsan?.
La pasada semana hemos observado la destrucción de la presa de la central hidroeléctrica de Kajovka, al sur de Ucrania, zona ocupada por Rusia; la destrucción humana y medioambiental que supone que una presa sea objetivo militar y que el agua se utilice como arma ha acaparado la atención internacional, ya que hemos de recordar que las presas están protegidas específicamente por el Derecho Internacional Humanitario, rama del Derecho Internacional Público, para evitar los peligros que su destrucción conlleva para la población civil y el entorno medioambiental.
Recordemos que, salvando las distancias, en nuestro país fue la Catástrofe de Ribadelago, ocurrida en enero de 1959, la que evidenció que, pese a los beneficios que puede suponer el almacenamiento de agua, las presas pueden colapsar y arrasar con lo que encuentre a su paso, incluyendo vidas humanas, edificaciones, ganado o enseres.
Vulnerabilidad de las presas
Es decir, a pesar de asumir que uno de los problemas más importantes a nivel global será asegurar que haya suficiente agua disponible y que su calidad sea adecuada, para lo cual las presas son una herramienta óptima, al tiempo se ha de reconocer que son estructuras evidentemente vulnerables.
Quizá sea el momento de pensar en otras soluciones, habida cuenta de que nuestro país es el que más presas tiene de toda Europa, alrededor de 1.200 según el Ministerio para la Transición Ecológica, siendo más de 100 anteriores a 1915 y 450 previas a 1960.
Para abordar el desafío del agua, será necesario utilizar el recurso de manera más eficiente mediante diferentes técnicas, como el ahorro de la misma, la gestión de la demanda, la reutilización y la combinación de aguas subterráneas y superficiales. Además, cada vez se considera más importante emplear técnicas no convencionales, como la desalinización, para administrar un recurso tan escaso y valioso.
Es innegable que la construcción de nuevas presas seguirá siendo necesaria al mismo tiempo que se busca optimizar la explotación de los embalses ya existentes en España, pues la satisfacción de las demandas de agua presentes y futuras, a través de la planificación hidrológica es una obligación legal; en el marco del Texto Refundido de la Ley de Aguas de 2021 y la Directiva Marco del Agua de la Unión Europea, por la que nuestro país estableció un sistema de planificación hidrológica para la gestión sostenible de los recursos hídricos.
Necesidad de un mayor control a la hora de ejecutar una presa
Eso sí, la ejecución de proyectos de presas deberá adaptarse a las crecientes demandas ambientales, sociales y de seguridad, ya que los criterios para llevar a cabo estos proyectos son cada vez más exigentes. Además de los requisitos técnicos y económicos tradicionales para su aprobación, se están incrementando los requerimientos para asegurar la viabilidad medioambiental de las presas. Esto implica cumplir con un proceso reglamentado de Evaluación de Impacto Ambiental, en concordancia con las normativas europeas y su trasposición al derecho español.
Asimismo, no podemos olvidar que existen en España un número sustancial de presas y embalses totalmente ilegales al haberse ejecutado sin los correspondientes permisos ambientales y de las correspondientes Confederaciones Hidrográficas. En este sentido, la Administración deberá de intensificar sus actuaciones inspectoras, sancionando y restableciendo – demoliendo dichas obras.
En resumen, la construcción de presas debe cumplir con estándares más altos en términos de protección ambiental, considerando el impacto en los ecosistemas y la biodiversidad y previendo la seguridad de las comunidades cercanas a la construcción, puesto que, a día de hoy, ya podemos decir que las presas se han convertido en un posible objetivo militar.