Hace escasamente un mes, tuve el placer de compartir mesa redonda en la Facultad de Derecho, Ciencias Económicas y Empresariales de Córdoba, con dos notables operadores jurídicos y, mejor aún, con dos grandes amigos. Expusimos de forma pormenorizada las distintas alternativas profesionales que el mercado ofrece a los licenciados y graduados en derecho, relatando la praxis de nuestro quehacer diario.
Concretamente, yo me encargué de analizar con detalle el acceso a las profesiones liberales, la Procura y la Abogacía, así como los últimos cambios normativos proyectados, que afectan intensamente al ejercicio de las mismas. Así, por ejemplo y groso modo: la liberalización de los aranceles de los procuradores, la posibilidad de que los abogados asuman, además de la dirección y defensa letrada, la representación de las partes en el proceso, la ausencia de regulación del examen de acceso a ambas profesiones, con las perniciosas consecuencias e inseguridad jurídica que ello comporta…
Pero fundamentalmente mostré especial celo en la necesidad, como clave de éxito profesional, de que los abogados se especialicen en una rama concreta del derecho. El modelo de abogacía tradicional está sufriendo cambios significativos en los últimos tiempos; no hay asomo a la duda de que la generalidad está cediendo notablemente en favor de la especialidad. La crisis económica, la saturación de profesionales del sector, la constante e ininterrumpida convulsión legislativa a la que estamos sometidos, y las nuevas necesidades y/o exigencias sociales, resultan ser, quizás, algunos de los factores que recomiendan centrar los esfuerzo en un área concreta de actuación.
Y es que, al menos a juicio del que suscribe, el experto en una materia sorteará mucho mejor la fuerte competitividad instalada en la profesión, posiblemente tendrá más facilidades para hacerse un hueco en el mercado, y, sobre todo, podrá encarar con acierto y éxito expedientes de gran envergadura, vedados, por su complejidad técnica y exigencia de particulares conocimientos, a un perfil generalista.
No obstante, hemos de ser conscientes que hacerse especialista en un sector de actuación no es tarea fácil. Requiere, como poco, de una importante inversión económica en formación, de actualización constante, asistencia regular a congresos y jornadas, periódicas publicaciones en revistas y bitácoras especializadas…En definitiva,…¡todo un reto, cada vez más necesario, al alcance y al servicio de las mentes más exigentes!.